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El día que Jorge González nos hizo vibrar de la misma forma

La anunciada última presentación de Jorge González sucedió durante La Cumbre del Rock Chileno, recordándonos que “Nada es para siempre”. Así fue el adiós a uno de los músicos más importantes de Chile y Latinoamérica.

“Cuando cantamos una canción, diga la letra que diga, lo importante es hacer que el aire que esté dentro de nosotros haga vibrar todo el cuerpo y vibremos de la misma forma. Da lo mismo la letra. Lo importante es que todos hagamos la misma melodía”. Esa visión sobre la música y la manera en que se logra una conexión entre un cantante y un escucha, la dio Jorge González en el escenario de La Cumbre del Rock Chileno del 2012. Cinco años después, durante la misma jornada musical, seriamos testigos de la anunciada “última actuación en vivo” de uno de los compositores más importantes del rock chileno y latinoamericano.

El 7 de enero del 2017 será recordado como el último día en el que vibramos de la misma manera al acompañar la voz de Jorge González en un escenario. Pocos sabían cuánto tiempo iba a durar, pero desde que se encendieron las luces e iluminaron la figura de una de las voces más importantes para una generación, aceptamos el pacto de disfrutar de los minutos que nos quedaban juntos.

Jorge al filo de sus silla, se acercó al micrófono para cantar:

A veces veo a Jorge sentado en el andén

las manos en su libro como no sabiendo hacer

Le digo “Viejo gato ¿A dónde va tu tren?”

Me dice “Viejo espejo ¿La verdad? No lo sé”

 

Entre la ambigüedad que deja un “No lo sé”, la canción “Trenes” se convirtió en la primera señal sobre las posibles respuestas que González tiene de su vida. Con un formato acústico, lo acompañaron Pedropiedra y Gonzalo Yáñez en la guitarra, Jorge Delaselva, en el bajo y Felipe Carbone en los teclados. Los músicos estaban a su alrededor en un medio circulo.

En la segunda canción, Jorge González nos daba un golpe de realidad al cantarnos “Nada es para siempre”. Parte de esa frase, es una reflexión que vino tras el accidente cerebro vascular que sufrió en el mes de febrero del 2015 y que dejó huellas en él. Desde ese día su capacidad motriz no es la misma. Ese es uno de los lados más triste de su vida.

Esta es la historia de un hombre que alguna vez

Fue muy fuerte y amigo de hacer el bien

Hoy navega por los mares de la autocompasión

Y se llora cada noche hasta ver salir el sol

Mátenme, por favor

Quítenme la vida sin razón

Duérmame, oiga usted

No quiero fiestas, solo quiero morir

Ese oscuro pasaje de la canción “Hombre”, parte de su primer disco como solista del año 1993, fue acompañado por las palmas de casi 30 mil asistentes que estaban en La Cumbre. Las frases de ese tema provocan un nudo en la garganta al separar la ficción que habita en ella y convertirla en realidad. Todo por la maldita etiqueta de “La última presentación” de un prolífico músico.

“Gracias por el apoyo y vamos pa’rriba” fueron las palabras de Jorge, idóneas para despejar cualquier pensamiento negativo.

Su voz no tenía la misma fuerza que en otras épocas. Poco a poco comenzó a recargarse en el respaldo de su silla y luego se incorporó para acercarse al micrófono y cantar “Nunca te haría daño”.

“Vamos a hacer un homenaje a Bob Dylan y a Axl Rose con ‘No me toques el Toor’ ”, dijo González y sus músicos lo siguieron con el ritmo de “Knockin’ on Heaven’s Door” de Bob Dylan.

Para ese momento, Jorge González ya estaba totalmente recargado en su silla.

Esa noche no podía concluir sin recordar a su proyecto Gonzalo Martínez. “Una calle llena de melancolías me enseñó un sonido que nunca olvidaré…” cantó con esfuerzo Jorge González. Fue una “Cumbia Triste”, que a pesar de todo se convirtió en una breve alegría.

“Brigada de Negro” fue el primer himno de Los Prisioneros en ser recordada. La explosión de voces coreando “Sábado en la noche” era impresionante. La voz que le dio vida a Los Prisioneros, en ese momento cerró los ojos mientras sus músicos terminaban con la canción. El cansancio era evidente, pero Jorge no dejaba tiempo libre para pensar en que era la última vez en verlo en el escenario. Presentaba canción tras canción.

Llegó el turno de escuchar “Casa del Árbol”. Antes de que anunciara que “Amiga Mía” sería la última canción en interpretar. Sabíamos que no era del todo cierto, pero esa fue la primera llamada del adiós. En lo que todos coreaban la canción del disco Corazones de 1990, Jorge González se quedó en silencio. Observaba todo. Al parecer, simplemente generaba recuerdos que quería guardar para siempre.

Interrumpen el set para condecorar a Jorge con el Orden al Mérito Artístico y Cultural Pablo Neruda. Una sonrisa discreta se pintó en su cara. Unos instantes después dice: “Esta canción se llama Tren al Sur”. Ahora sí, todo parecía terminar.

Entre un esfuerzo máximo por cantar, solo logró hacerlo con frases entrecortadas. Tantas eran las ganas por seguir vibrando por medio de las melodías que creó Jorge, que en el primer coro de “Tren al Sur”, el público lo complementó el tema aunque no seguía esa parte.

Era difícil descifrar los sentimientos de Jorge González, pero al menos dio una pista al hacer un esfuerzo máximo por cantar:

No ves que estoy contento

No ves que voy feliz

“Fuerte. Ahí va”. Sonrió. “Y vamos arriba”.

 

Terminó “Tren al Sur”. Ya no había marcha atrás. La siguiente canción sería la última de González en el escenario. Para ayudarle a cantar invitó a Soli Arbulú de los Nadie. La voz que le dio un respiro a una generación que creció bajo la opresión del Estado estaba por abandonar el escenario. Llegó el momento de vibrar con un himno:

Únanse al baile de los que sobran

Nadie nos va a echar de más

Nadie nos quiso ayudar de verdad.

 

Jorge dejó cantar a los demás.

“Gracias” gritó Jorge.

Aplausos y un coro monumental lo acompañaron en su despedida definitiva de los escenarios y para cerrar el ciclo de una voz que le dio voz a toda una generación.

A lo largo de los años, Jorge González se ha dado la oportunidad de experimentar otras vidas a través de la música. Desafortunadamente fuimos testigos de uno de los lados más tristes de su existir porque, como mencionó alguna vez, no puede ser él mismo en el escenario tras los efectos de una enfermedad silenciosa.

Verlo por última vez en vivo es una simple reafirmación de una de las grandes certezas de la vida: Nada es para siempre. Como cantó Jorge González. Tampoco el adiós es para siempre, mientras su voz siga haciéndonos vibrar.